martes, 7 de octubre de 2025

Se cumplen 2 años del recrudecimiento de la devastación y destrucción en la franja de Gaza

Aunque el conflicto data de 1948, el ataque de Hamás el 7 de octubre fue el detonante para un recrudecimiento de las acciones de Israel sobre Gaza en lo que ya ha sido calificado de genocidio.

El 7 de octubre de 2023 marcó un punto de inflexión: militantes de Hamás lanzaron desde Gaza un ataque masivo contra comunidades del sur de Israel —incluyendo incursiones en localidades, atentados en festivales y combates en la frontera— que dejó cientos de muertos y decenas de civiles secuestrados. Israel revisó luego la cifra y situó las víctimas de ese asalto inicial en torno a 1.200 fallecidos.

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Aquella misma incursión incluyó la captura de centenares de personas; las cifras iniciales variaron, pero se registraron más de 200 rehenes tomados por Hamás en los primeros días tras la ofensiva. Con el paso del tiempo, negociaciones y rescates redujeron ese número, y según fuentes de octubre de 2025 siguen quedando docenas de rehenes en Gaza.,

La reacción israelí fue inmediata y masiva: bombardeos aéreos sobre la Franja de Gaza y una gran operación terrestre que se prolongó por meses y volvió a escalar en oleadas. Israel justificó la campaña como respuesta legítima y necesaria para destruir la capacidad militar de Hamás y recuperar a los rehenes.

El saldo humano en Gaza ha sido devastador. Las autoridades sanitarias palestinas y organismos internacionales contabilizan desde entonces decenas de miles de muertes. Informes recientes sitúan la cifra de fallecidos en Gaza —desde el inicio del conflicto el 7 de octubre de 2023 hasta hoy— en alrededor de 66.000-67.000 personas, con un porcentaje alarmantemente alto de niños entre las víctimas.

En el lado israelí, además de las víctimas del 7-O, las hostilidades posteriores causaron bajas militares y civiles: los recuentos oficiales y periodísticos suman miles de muertos entre soldados y civiles desde el comienzo del conflicto, y centenas de heridos y desaparecidos en los dos bandos.

Los rehenes han sido además un eje central: intercambios parciales, presiones diplomáticas y propuestas de canje han ido reduciendo su número, pero la cuestión de los cautivos sigue siendo un factor decisivo en cualquier negociación de paz o alto el fuego. Las conversaciones internacionales han puesto la liberación de rehenes como condición prioritaria.

La población civil de Gaza ha sufrido también un desmoronamiento de servicios básicos: destrucción de hospitales e infraestructuras, cortes persistentes de agua y electricidad, y colapso del sistema sanitario. Informes de agencias humanitarias advierten que una parte importante de la población se quedó sin acceso regular a alimentos y agua potable durante largos periodos.

El bloqueo y las restricciones a la entrada de ayuda agravaron la crisis hasta generar alertas sobre hambre y condiciones afines a la hambruna en algunas zonas. Organismos humanitarios registraron además muertes relacionadas con la falta de acceso a alimentos y atención médica, y señalaron que las consecuencias sanitarias y nutricionales son profundas y de largo plazo.

A nivel internacional, órganos de la ONU y comités de expertos han sido tajantes: desde 2024 y con informes sucesivos en 2025, expertos de derechos humanos y el Alto Comisionado han concluido que las acciones en Gaza muestran características compatibles con el crimen de genocidio y han pedido medidas urgentes para proteger a los civiles y facilitar la ayuda. Esa tipificación ha alimentado debates diplomáticos y presiones legales.

Paralelamente a la emergencia humanitaria, la guerra pasó por fases: ofensivas intensas, treguas temporales, y largas rondas de negociaciones intermediadas por Egipto, Catar, Naciones Unidas y potencias internacionales. La negociación de ceses al fuego y canjes ha sido intermitente y frágil.

En 2025 se planteó un nuevo actor en la diplomacia: el plan de paz propuesto por Donald Trump, un documento con plazos y condiciones para un alto el fuego, liberación de rehenes, desarme de Hamás y reconstrucción bajo supervisión internacional. El plan buscó capitalizar el agotamiento internacional y la urgencia humanitaria para forzar soluciones rápidas.

Ese plan incluyó plazos cortos para la respuesta de Hamás y condicionó la continuidad del acuerdo a la aceptación rápida de sus términos, algo que generó inquietud: la imposición de lapsos breves eleva el riesgo de rechazo, reacciones militares y escaladas si la contraparte no firma de inmediato.

Si el plan de Trump prosperara, podría traer alivio inmediato —alto al fuego temporal, intercambio de rehenes y llegada de ayuda masiva— pero también plantea interrogantes: supervisión extranjera de la administración en Gaza, imposición de desarme sin garantías verificables, y una solución que no resuelva la cuestión de fondo de la soberanía y el estatus palestino.

La historia reciente alimenta la desconfianza: acuerdos anteriores en la región se han incumplido o quedado a medias, y actores como el gobierno israelí y ciertos líderes regionales mantienen posiciones encontradas sobre la creación de un estado palestino y el control de territorios como Cisjordania. Esa falta de confianza complica cualquier pacto inmediato y sostenible.

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Desde el 7 de octubre de 2023 hasta hoy el conflicto dejó un saldo humano y humanitario estremecedor, con miles de israelíes muertos en el ataque inicial y decenas de miles de palestinos muertos en la ofensiva posterior, poblaciones enteras de Gaza empujadas a la penuria por la destrucción y el bloqueo, advertencias de la ONU sobre posibles crímenes graves y una propuesta de paz que puede ofrecer un respiro corto o configurar nuevas formas de tutela internacional sobre Gaza —todo dependiendo de si las partes aceptan condiciones impuestas y de la capacidad de la comunidad internacional para garantizar cumplimiento y protección.

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