Pero mientras el pueblo no quiera salir de ese hoyo, ese teatro seguirá reinando.
Pero mientras el pueblo no quiera salir de ese hoyo, ese teatro seguirá reinando.
La historia de Colombia se ha escrito, desde sus inicios, bajo una letra oscura, una letra llena de sangre y sed de poder. Este país está lleno de riquezas, no solamente naturales, sino también intelectuales y materiales.
Pero esto también ha criado una especie muy peligrosa, una especie que no está en vía de extinción sino que por el contrario, cada vez crece y crece más. Esta especie la podemos encontrar a lo largo y ancho del país, y aunque muchos han tratado de estudiarla, son pocos los que han salido bien librados.
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Estamos hablando de la especie llamada “Corrupción”, la cual viene acompañada de una sub-especie más peligrosa todavía, los “Corruptos”. Estas dos especies se han encargado de desangrar las arcas del país, peor no lo han hecho por debajo de la mesa, sino que muchas veces lo hacen a viva voz, a pleno luz del día y recorriendo los pasillos de los lugares emblemáticos, también lo han hecho en los pequeños bazares del país.
Desde aquel que se pasa un semáforo en rojo, hasta los sonados casos de robo del erario hacen parte del día a día en Colombia. Presidentes, senadores, congresistas, policías, ejército… y sí, también el señor del barrio, en la calle, en la cuadra. Todos untados, pero ya percudidos del deleite placer que les deja la corrupción.
Personas de a pie, de cuello blanco. Con dinero, con poder, pero también esos que tratan de conseguirlo a cualquier precio. Todas esas personas viven de lo que aquí llamamos la “malicia indigena”, que no es más que una serie de artimañas para salirse con la suya y seguir robando. Seguir haciendo daño.
Colombia es un país de indignados, pero de indignados con clase. Yo protesto, pero en las redes. Yo propongo, pero no hago. Yo digo, pero no sostengo. Yo alego, pero no hago nada para cambiar esta sociedad, para cambiar esa forma de pensar.
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Se robaron 70 mil millones de pesos para conectividad e internet y una de las responsables, la Ministra TIC Karen Abudinen, sigue campante y saca pecho de ser orgullosa colombiana; orgullosa barranquillera.
Los debates siguen un orden, siguen una pantomima y el pueblo sigue perdiendo. El pueblo se sigue hundiendo en la miseria y en la pobreza. Pero mientras el pueblo no quiera salir de ese hoyo, ese teatro seguirá reinando.
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