En el escenario contemporáneo colombiano, dos figuras simbolizan visiones contrapuestas del país: Shakira, embajadora cultural que transforma el folclor en fenómeno global, y Álvaro Uribe, político cuya trayectoria judicial se convierte en símbolo de las complejidades del sistema legal colombiano.
Ante el rechazo, el expresidente protesta vehementemente mientras su abogado interrumpe los procedimientos. Shakira, por su parte, continúa fortaleciendo su conexión con el público - Foto: Archivo/Ronald Cano
Primer tiempo: Los orígenes (2011-2018)
El caso comienza en 2011 cuando el congresista Iván Cepeda presenta testimonios de paramilitares que vinculan a Uribe con la fundación del Bloque Metro. El expresidente responde acusando a Cepeda de manipulación de testigos, buscando silenciar estas declaraciones.
La Corte Suprema, tras analizar meticulosamente el caso, no solo exonera a Cepeda en 2018, sino que invierte el proceso: ahora es Uribe quien enfrenta investigación por posible fraude procesal y soborno.
Segundo tiempo: Estrategias dilatorias (2018-2024)
Con Diego Cadena como su defensor principal, Uribe despliega una serie de maniobras procesales. El expediente oscila entre instituciones, testigos como Carlos Enrique Araiza aparecen muertos (2018), y grabaciones revelan presuntas estrategias para obstaculizar la investigación. Mientras tanto, Shakira reconquista espacios como el Carnaval de Barranquilla, convirtiendo cada presentación en celebración de la identidad colombiana.
Tiempo adicional: Últimas jugadas (2025)
En un movimiento desesperado, Uribe solicitó una nueva prórroga argumentando un «proceso paralelo» contra el periodista Daniel Coronell. Esta vez, la fiscalía rechaza la dilatación. Ante el rechazo, el expresidente protesta vehementemente mientras su abogado interrumpe los procedimientos. Shakira, por su parte, continúa fortaleciendo su conexión con el público.
El resultado pendiente
La fiscalía cuenta con 44 testigos, pero el proceso sigue extendiéndose indefinidamente. En este peculiar enfrentamiento entre justicia y poder, entre cultura y política, Colombia espera un desenlace que parece perpetuamente postergado.
El único testigo permanente de este drama nacional es el pueblo colombiano, que desde las gradas observa con esperanza y escepticismo. Este contraste entre la celebración cultural y la lucha judicial plantea una pregunta esencial: ¿qué define realmente la identidad nacional colombiana? ¿Es la memoria de sus expresiones artísticas o la resolución de sus procesos históricos inconclusos?
Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Si tiene una rectificación o aclaración sobre algún tema publicado en este medio, por favor escríbanos a: editor@doomoeditorial.com.co
Usamos cookies para asegurar que te damos la mejor experiencia en nuestra web. Si continúas usando este sitio, asumiremos que estás de acuerdo con ello.AceptarPolítica de Cookies