martes, 1 de julio de 2025

La Contramarcha exigió no olvidar a las víctimas de la transfobia

La Contramarcha, movilización que ya completa cinco ediciones, volvió a cuestionar la mercantilización de la marcha del Orgullo.

Sectores de la comunidad LGBTIQ+ se dieron cita en el Museo Nacional de Bogotá para participar en la Contramarcha, una movilización alternativa que se aparta de la marcha oficial del orgullo. Aunque no se trata de un movimiento con estructura formal, este espacio ha ganado fuerza como una expresión autónoma, crítica y profundamente política, que busca visibilizar otras luchas dentro del espectro de la diversidad.

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Quienes participaron en la Contramarcha manifestaron su rechazo a lo que consideran la institucionalización del orgullo LGBTIQ+, señalando que muchas de las marchas oficiales han sido cooptadas por empresas, partidos políticos y entidades estatales a través de estrategias de pinkwashing, es decir, el uso de la imagen de la comunidad para lavar reputaciones o impulsar intereses económicos sin comprometerse con cambios reales.

En ese sentido, esta Contramarcha defendió un orgullo disidente, uno que no teme criticar las estructuras de poder y que reconoce las múltiples opresiones que atraviesan a las personas LGBTIQ+, desde la evidente discriminación, pasando por la pobreza, hasta la violencia institucional. Para los organizadores, es necesario volver a las raíces revolucionarias del movimiento, tal como surgió en Stonewall en 1969.

Antes del inicio del recorrido, se realizó un emotivo homenaje a las víctimas de la transfobia, con énfasis en el caso de Sara Millerey González, mujer trans asesinada recientemente en Colombia. Actualmente la ley que busca el reconocimiento de los derechos de las personas trans se ha bautizado con el nombre de Sara. Dicho proyecto de ley ha tenido significativos avances en la Cámara de Representantes.

En los discursos se hizo un llamado urgente a resistir el avance del fascismo, especialmente en regiones como Estados Unidos y Europa, donde han surgido gobiernos y legislaciones abiertamente LGBTIQ+fóbicas, que criminalizan la existencia de personas trans, restringen los derechos de las diversidades y promueven discursos de odio principalmente enmarcados en políticas conservadoras.

La Contramarcha insistió en que la lucha por los derechos de la comunidad no puede estar aislada de otras causas globales, como el antirracismo, el feminismo, la justicia climática y la defensa de la paz. Se denunció el genocidio en Palestina y la desigualdad social en el país. Colombia sigue siendo uno de los países que ocupa los primeros lugares por su amplia brecha social.

Esta fue la quinta edición de la Contramarcha, un evento que cada año cobra mayor relevancia. Nacida como respuesta a la necesidad de espacios alternativos de movilización, ya ha comenzado a replicarse en países como Argentina y México, demostrando que existe una sed colectiva de volver a los principios críticos y transformadores del orgullo. Además del 28 de junio, fecha central del orgullo LGBTIQ+, la Contramarcha ha inspirado movilizaciones en otros momentos del año, como el 1 de mayo y el 8M.

    Quienes organizan la movilización señalaron que, a diferencia de la marcha oficial, en la Contramarcha no se aceptan patrocinios de marcas ni la presencia de policías o partidos políticos, pues consideran que estas estructuras han sido históricamente responsables de la opresión de las personas LGBTIQ+. Se busca, en cambio, una movilización autogestionada, horizontal y plural.

    A lo largo del evento se subrayó que la lucha por los derechos LGBTIQ+ sigue siendo una lucha de clases. Las personas que participaron en la movilización denunciaron que aún persisten barreras estructurales para acceder a la educación, la salud, el empleo digno y la vivienda segura, especialmente para personas trans, afrocolombianas e indígenas.

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    En palabras de quienes se movilizaron, la Contramarcha, lejos de ser una escisión, se presenta como un llamado a repensar el orgullo desde el activismo, la memoria y el compromiso político.

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