El gobierno colombiano devolvió 150 armas que eran utilizadas en la protección de la Casa de Nariño. Esto luego de la solicitud del gobierno de Estados Unidos en medio de una crisis diplomática.
El gobierno colombiano devolvió 150 armas que eran utilizadas en la protección de la Casa de Nariño. Esto luego de la solicitud del gobierno de Estados Unidos en medio de una crisis diplomática.
El pasado 3 de octubre el presidente Gustavo Petro denunció que Estados Unidos exigió la devolución de 150 armas que habían sido entregadas en comodato para la custodia de la Casa de Nariño. Según Petro, la notificación llegó mediante una carta de la Embajada estadounidense.
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El comodato es una figura legal en la que un bien es entregado temporalmente para uso, sin que cambie su propiedad. En este caso, las armas en custodia no eran propiedad colombiana, sino que estaban bajo responsabilidad del Estado colombiano mientras permanecieran bajo ese régimen.
Petro calificó la acción de Washington como un acto de subordinación histórica: “Aquí nos desarmaron”, afirmó, y exigió que Colombia sea respetada en su soberanía. Dijo además que esas armas debían ser suplidas por la seguridad nacional colombiana sin depender de donaciones externas.
En su defensa, el Ministerio de Defensa advirtió que esa entrega exigirá reconfigurar la custodia del Palacio Presidencial. Se anunció que el Batallón Guardia Presidencial asumirá funciones de protección que dependen ahora de armamento nacional.
El retiro de armas provocó sorpresa y críticas, pues cuestiona hasta qué punto la cooperación militar de EE. UU. puede interferir con la autonomía operativa de Colombia. Muchos sectores interpretan esto como una presión diplomática en el contexto de la relación bilateral tensa.
En respuesta política, Colombia detuvo la compra de armas a EE. UU. poco después de que Washington le retirara la certificación antidrogas al país, una medida usada frecuentemente como palanca de presión.
El ministro Pedro Sánchez reconoció el retiro, pero indicó que se ampliará la información más adelante. También defendió que Colombia avanza hacia una “autonomía estratégica” en materia de defensa, con producción local de armas ligeras.
Este episodio subraya un punto delicado: cuando bienes estratégicos operativos no están bajo plena propiedad nacional, pueden retirarse en momentos de crisis, dejándose al país receptor en desventaja operativa y simbólica.
También cuestiona la dependencia de Colombia de apoyos militares externos. Si un aliado puede quitar equipos indispensables, la soberanía operativa se ve comprometida. Eso motiva discursos como el de Petro de “que el ejército dependa de lo propio y no de regalos”.
Sin embargo, también hay riesgos: la ausencia de esos equipos puede generar brechas en seguridad inmediata si no se reemplazan rápidamente. Además, la transición tecnológica local puede tomar tiempo y recursos.
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La devolución de armas en comodato se ha convertido en un símbolo del choque entre soberanía y dependencia militar externa. Las declaraciones de Petro lo colocan como un acto de dignidad nacional, pero el reto será materializar una defensa nacional autónoma que pueda operar sin vulnerabilidades estratégicas.