La victoria de Francia Márquez y Gustavo Petro, abrió muchas interrogantes, debido a que quienes históricamente fueron oposición pasaron a ser oficialismo. Por tanto, comienzan cuatro años de una nueva oposición que antes no había estado precisamente en esa posición.
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La victoria de Francia Márquez y Gustavo Petro, abrió muchas interrogantes, debido a que quienes históricamente fueron oposición pasaron a ser oficialismo. Por tanto, comienzan cuatro años de una nueva oposición que antes no había estado precisamente en esa posición.
Los nuevos tenis de María Fernanda
Una de las primeras personas en pronunciarse luego de los resultados electorales, fue la senadora María Fernanda Cabal. Sin dudarlo se declaró como oposición e indicó que se compraría unos tenis para salir a marchar contra lo que denominó «comunismo».
Así como ella muchos personajes del uribismo o la extrema derecha empezaron a manifestar que serían oposición para impedir que el país fuera tomado por movimientos de izquierda o como dirían desde esa orilla, por el «castrochavismo». La cuestión que surgió a continuación, fue acerca de quien lideraría a la oposición. Y se abrió el debate si sería Álvaro Uribe o si sería Rodolfo Hernández.
Listos para la foto
De una manera interesante, los que muchas personas esperaban que enarbolaran las banderas del antipetrismo, empezaron a reunirse con Gustavo Petro. Un cordial abrazo con Rodolfo Hernández y las palabras de este último indicando que apoyaría el denominado acuerdo nacional, lo fueron descartando como abanderado.
Quedaba entonces quien por razones históricas tendría que enfrentar a Petro: Álvaro Uribe. El némesis más conocido de Petro, ya había reconocido el triunfo del candidato del Pacto Histórico. Pero Petro lo había invitado a hablar sobre acuerdos. Cuando nadie esperaba que Uribe aceptara, este se respondió afirmativamente por Twitter. Al final se materializó una reunión que dejó una singular postal para la historia.
No es tan claro si Uribe decidió cambiar su posición o si su silencio para la segunda vuelta no solo era por no afectar la candidatura de Hernández. Quizás simplemente es su ya conocida sagacidad, y cambiará su postura luego del siete de agosto.
Es evidente que ya no tiene el mismo respaldo de antaño. Su proceso con la justicia sigue pesando, y ya no cuenta con el acceso al poder como lo tuvo durante estos últimos cuatro años. Quizás bajó la guardia para tomar aire, y así tener de nuevo fuerzas para hacerse con el gobierno en 2026.
Más al centro que a la izquierda
Aunque es evidente que Petro y Francia encarnan causas relacionadas con la izquierda, sus acuerdos desde la primera vuelta ha volcado su proyecto en parte hacia al centro.
Además en aras de suavizar un poco el pánico generando por su ascenso al poder, fueron buscando figuras públicas que infundieran confianza principalmente en el empresariado.
Tanto así que muchos analistas ven a Petro con guiños a personajes del gobierno de Juan Manuel Santos, lo que fue reduciendo la posibilidad de una oposición acérrima desde los partidos tradicionales.
Fue tal efecto del santismo luego de la elección, que la bancada de gobierno en el congreso recoge personas de partidos que iban con Hernández en segunda vuelta, como lo son el conservador o el liberal.
También hay preocupación en los sectores que estaban con el Pacto Histórico desde el principio, en varias ocasiones se puso de manifiesto que habría cierta diferencia entre lo prometido en campaña y lo que se empezaría a plantear luego de una victoria.
Hay que agregar también que en recientes entrevistas, Petro ha indicado que gran parte de su electorado podría pasarle una fuerte cuenta de cobro en caso de incumplir lo prometido. La percepción de Petro quizás no solo se base en las recientes movilizaciones sociales en Colombia, sino en fenómenos internacionales que vienen ocurriendo en estos días a nivel mundial.
El alto costo de la vida en muchos países no solo del tercer mundo, ha iniciado una serie de protestas y si eso se suma al «volcán» descrito por Alejandro Gaviria en algunas declaraciones. Petro no la tendría fácil siendo como tal un gobierno que debe resolver inequidades legadas además de una posible crisis alimentaria y una futura recesión mundial.
¿Y qué vendría para la oposición?
Lo primero sería definir una nueva persona que lidere el bloque opositor. María Fernanda Cabal, Miguel Uribe o Paloma Valencia podrían liderar la oposición desde el congreso. Aunque Cabal tiene barras bravas en redes, también genera cierta resistencia en sectores no tan radicales del uribismo. Incluso pareciese que Cabal y Valencia tienen ciertas diferencias que ha hecho visibles el hijo de Cabal a través de redes.
Aún no es clara la estrategia política de Álvaro Uribe al respecto, pero si se recuerda su forma de hacer oposición al segundo gobierno de Santos, tendremos fuertes enfrentamientos en redes y muchos palos en la rueda a ciertos proyectos en particular.
Es claro que la situación es distinta, los acuerdos de paz están en una nueva etapa, la posición ideológica de este gobierno es menos moderada que la del gobierno Santos, el país que entrega Duque está en otro tipo de condiciones y el mundo está en una fuerte convulsión.
Por tanto también podría pensarse que el uribismo podría apelar a la política pendular que sucede en Latinoamérica, la cual va más allá de una alternancia democrática para pasar simplemente de un descontento a otro. Tal vez dar un paso al costado sea un buen plan para apalancar un regreso en 2026 de la mano de cuatro años que pueden llegar a ser muy complicados.
Egos, malditos egos
Existe también otro escenario, e irónicamente este es parecido a Venezuela. Y no en el sentido de un gobierno que permanezca eternamente en el poder. Sino en el hecho de una falta de orden y cohesión de la oposición.
Incluso es interesante que la oposición a la derecha logró cohesionarse muchos años después, y aún así muchos actores dejaron que sus egos prevalecieran y se mantuvieron al margen.
Un fenómeno similar ocurre en Venezuela, donde cuando los partidos tradicionales pasaron a ser oposición, no fueron capaces de organizarse y han ido de pelea en pelea sin retornar realmente al poder.
Aunque Álvaro Uribe podría ordenar la casa y organizar una oposición fuerte, hay que esperar si la ambición de poder y los egos se siguen subordinando a la última palabra del ex presidente.
Se vienen cuatro años interesantes y posiblemente inéditos en la política e historia colombiana. Una oposición de muchos años que tendrá que aprender a ser gobierno, y unas élites que siempre ostentaron el poder y que tendrán que aprender ya bien a hacer acuerdos o a organizar una oposición que les permita retornar al poder prontamente.
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