A pesar del acuerdo de paz entre Israel y Hamás, se han presentado varios rompimientos de la tregua por parte de las fuerzas israelíes, además que de la mano de la «línea amarilla» han disparado a la población gazatí asesinando a decenas de ellos.
A pesar del acuerdo de paz entre Israel y Hamás, se han presentado varios rompimientos de la tregua por parte de las fuerzas israelíes, además que de la mano de la «línea amarilla» han disparado a la población gazatí asesinando a decenas de ellos.

El 10 de octubre de 2025 entró en vigor una tregua mediada por los Estados Unidos entre Israel y Hamás, luego de casi dos años de guerra en la franja de Gaza. Según el acuerdo, Israel comenzó una retirada parcial de sus tropas desde una franja del norte al sur de Gaza y se estableció un nuevo límite operativo interno, conocido informalmente como la “línea amarilla”.
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Esa “línea amarilla” fue delineada por Israel para marcar la frontera del área desde la que las tropas israelíes se retirarían y hasta donde los civiles palestinos podrían moverse con mayor libertad. El IDF comenzó a colocar bloques de concreto, postes pintados de amarillo cada 200 metros y señales metálicas para advertir que cualquier cruce por parte de Hamás o civiles más allá de la línea sería respondido con fuego.
Sin embargo, la línea comenzó a generar fuertes críticas porque no se encontraba claramente demarcada en muchos lugares, y los civiles gazaíes afirmaron que no podían distinguir dónde estaba exactamente, lo que ha dado lugar a incidentes mortales. Una fuente de derechos humanos señaló: “El área está en ruinas, vimos los mapas, pero no podemos decir dónde está esa línea.”
Los rompimientos de la tregua se sucedieron poco después de su implementación. Las autoridades de Gaza reportaron que Israel había cometido al menos 47 violaciones del acuerdo en los primeros días, con al menos 38 palestinos muertos y 143 heridos. Por su parte, Israel aseguró que Hamás había atacado a sus tropas cerca de Rafah, lo cual justificaba una ofensiva aérea que suprimió la pausa.
Una fuente clave del problema ha sido la aplicación de la línea amarilla como límite de seguridad: Israel afirma que cualquier acercamiento al tren de la línea o cruce de la misma constituye una amenaza y justifica fuego directo. En un caso, una familia entera que regresaba a su casa en Gaza fue abatida por fuerzas israelíes tras cruzar lo que Israel denominó la línea amarilla, aunque los civiles argumentan que no se les indicó con claridad dónde estaba.
La cifra de muertes en el contexto de esta delimitación aún es imprecisa. Informes señalan que al menos 97 palestinos murieron en violaciones de la tregua desde el 10 de octubre, según la oficina de medios de Gaza; en gran parte estos incidentes ocurrieron “al otro lado” de la línea amarilla o como resultado de cruces reales o alegados de la misma.
Los cuestionamientos más fuertes se concentran en que la “línea amarilla” no formó parte explícita del acuerdo público —o al menos no con los términos transparentes esperados— y que su construcción dejó amplios márgenes de interpretación, lo que genera que los civiles queden en condiciones de riesgo. Hamás ha argumentado que Israel mantiene un control efectivo sobre zonas que según el acuerdo debían estar liberadas, y que la línea se ha convertido en “una zona de muerte”.
La tregua se encuentra, por tanto, en una situación de gran fragilidad. Aunque Israel afirma que sigue comprometido, ha condicionado el flujo de ayuda humanitaria, el proceso de retorno de cuerpos de rehenes y la reapertura del paso de Rafah al cumplimiento de que Hamás cumpla “sus partes” del acuerdo. Hamás, por su parte, insiste en que ha cumplido su parte y reclama que la tregua no será viable si Israel continúa violando los términos o actúa más allá de lo acordado.
En la práctica, la línea amarilla ha derivado en una zona de alta tensión para los civiles. Entre los muertos están personas que regresaban a sus hogares, trabajadores agrícolas, o personas desplazadas sin información suficiente sobre los límites. Una fuente reportó que 44 personas murieron en un solo día en zonas consideradas “seguras” al otro lado de la línea.
Para Israel, la línea es parte de su estrategia de seguridad: asegurar que su presencia militar no se vea socavada por túneles de Hamás o ataques sorpresa, mientras negocia una transición hacia la paz o un nuevo arreglo en Gaza. Sin embargo, para los organismos de derechos humanos y los observadores internacionales, la delimitación carece de claridad jurídica y vulnera los principios de distinción entre combatientes y civiles.
La línea amarilla también ha generado un debate geoestratégico: mapas públicos indican que Israel mantiene el control del 53 % a 58 % de la franja de Gaza bajo ese límite, lo que refuerza la sensación de que la tregua está permitiendo una consolidación territorial más que un repliegue real. Esta situación alimenta las acusaciones de Hamás de que el acuerdo fue aprovechado por Israel para afianzar posiciones de dominio en Gaza.
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La tregua entre Israel y Hamás, aunque formalmente vigente, está siendo severamente erosionada. La construcción de la “línea amarilla”, su ambigüedad operativa y las muertes que se registran por cruzarla o por estar cerca de ella, ponen en evidencia que el mecanismo de alto el fuego no ofrece aún las garantías de seguridad que se esperaban. Con ambos bandos acusándose mutuamente, la pregunta que queda es si estos momentos de calma se transformarán en una paz duradera o en una tregua transitoria hacia nueva escalada.