El reciente despliegue de misiles Oreshnik en Bielorrusia eleva la tensión con la Unión Europea que evalúa respuestas ante el fortalecimiento estratégico ruso
El reciente despliegue de misiles Oreshnik en Bielorrusia eleva la tensión con la Unión Europea que evalúa respuestas ante el fortalecimiento estratégico ruso

Bielorrusia oficializó el despliegue del sistema de misiles Oreshnik, de fabricación rusa y con capacidad nuclear y convencional, colocándolos en “alerta de combate” en su territorio, según anunciaron autoridades bielorrusas y rusas.
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Las imágenes difundidas por los gobiernos muestran vehículos y personal militar preparando el sistema Oreshnik en áreas designadas, con entrenamiento de tripulaciones y unidades de apoyo antes de su puesta en servicio activo.
El Oreshnik es un misil balístico de alcance intermedio, capaz de volar entre 500 y 5.500 kilómetros, lo que sitúa bajo su rango a buena parte del continente europeo, incluidas capitales de países de la Unión Europea como Alemania, Polonia o Francia.
Moscú ha señalado que este despliegue forma parte de una integración militar más estrecha entre Rusia y Bielorrusia dentro del marco de su tratado de seguridad, permitiendo así a Rusia ubicar sistemas avanzados de ataque más cerca del espacio geográfico europeo.
La llegada de estos misiles a Bielorrusia ocurre en medio de una fase de tensiones crecientes con la Unión Europea y la OTAN, en particular por la prolongación del conflicto entre Rusia y Ucrania y el rechazo occidental a los términos de Moscú para un alto al fuego o cese de hostilidades.
Los gobiernos de la Unión Europea han manifestado preocupación porque la presencia del Oreshnik en territorio bielorruso reduce drásticamente el tiempo de vuelo hacia objetivos europeos, aumentando la percepción de vulnerabilidad de sus infraestructuras y centros políticos.
Estados miembros de la UE y la OTAN han valorado esta medida como un factor de escalada militar, interpretándolo no sólo como un refuerzo de la capacidad rusa de ataque, sino como una señal política de endurecimiento frente a las posturas occidentales.
Desde Bruselas y varios gobiernos europeos se ha pedido evaluar medidas de respuesta, que podrían incluir mayores esfuerzos en defensa antimisiles, despliegues de disuasión en países fronterizos y sanciones adicionales contra sectores vinculados al desarrollo de estos sistemas.
Las autoridades de la UE también han advertido que la militarización de Bielorrusia con armas de este tipo pone en riesgo la estabilidad regional, dado que el país comparte fronteras con varios estados miembros y limita con Ucrania, país en guerra con Rusia desde 2022.
Desde Moscú y Minsk, por su parte, se ha defendido el despliegue como una respuesta a lo que consideran “amenazas occidentales”, así como una forma de fortalecer la postura estratégica frente a lo que perciben como avance de capacidades militares de la OTAN cerca de sus fronteras.
Adicionalmente, expertos occidentales han notado que las imágenes oficiales no demuestran necesariamente que todos los componentes del sistema —como los lanzadores— estén plenamente instalados, lo que sugiere que parte del despliegue podría tener igualmente un componente propagandístico o de disuasión política.
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A corto y mediano plazo, este hecho plantea desafíos diplomáticos significativos para la Unión Europea: equilibrar medidas de seguridad y defensa con esfuerzos continuos de desescalamiento, gestión de sanciones y presiones diplomáticas para evitar una escalada mayor en el teatro de tensiones entre Rusia y los estados europeos aliados.