Con el calor de los fogones y el aroma de las recetas ancestrales, el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, en alianza con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), impulsa el programa Cocinas para la Paz, una iniciativa que va más allá de la gastronomía: protege el patrimonio culinario, fortalece la soberanía alimentaria y abre caminos de reconciliación en territorios históricamente golpeados por la violencia y la desigualdad.
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Creado en 2022, el programa hace parte de la Política para el Conocimiento, Salvaguardia y Fomento de la Alimentación y Cocinas Tradicionales y del Plan Nacional de Desarrollo 2022–2026. Su esencia radica en comprender que alimentarse no es solo un acto biológico, sino un ejercicio de memoria, identidad y derechos culturales.
Una apuesta con resultados tangibles
En 2024, 765 personas del Pacífico colombiano —en Cauca, Chocó y Nariño— participaron en talleres que rescataron recetas, técnicas de cultivo y cocina, y reflexiones sobre el papel de la alimentación como factor de identidad y resistencia.
En 2025, el alcance se amplió a 10 departamentos y 24 territorios, con 1.570 participantes, de los cuales 1.132 son mujeres y 117 son niñas, niños y adolescentes. Comunidades campesinas, indígenas, afrodescendientes, raizales y mestizas han sido protagonistas de un proceso que combina 576 horas de formación en cultura alimentaria y agroecología, 384 horas en talleres para infancia y juventud y 384 horas de trabajo comunitario en cartografía e inventario de cocinas tradicionales.
“Cocinas para la Paz ha logrado empoderamiento, sobre todo en mujeres de municipios afectados por el conflicto. Este programa también ha impulsado mapas y rutas de turismo cultural que influyen incluso en programas de alimentación escolar, garantizando transmisión intergeneracional de los saberes”, señaló Saia Vergara Jaime, Viceministra de los Patrimonios, las Memorias y la Gobernanza Cultural.
Voces de los fogones
Las protagonistas del programa son las cocineras tradicionales, mujeres que han hecho de la cocina un acto de resistencia y transmisión cultural.
Luz Dary Cogollo, nacida en Montería y criada en Ciénaga de Oro, Córdoba, aprendió a cocinar con su abuela, madre y tías. Mamá Luz, como es conocida Luz Dary, al llegar a Bogotá, buscó alternativas para mostrar su comida, vendiendo almuerzos en obras y ferias. Así nació Tolú Restaurante en la Plaza de la Perseverancia, donde su sazón la convirtió en referente. Más tarde, ganó el concurso al mejor ajiaco de Bogotá y fue protagonista en Street Food Latinoamérica de Netflix. Su cocina es un acto de amor, memoria y resistencia.
Águeda Rodríguez, de Tuta, Boyacá, es ama de casa y madre de cuatro hijos. Apasionada por la cocina tradicional, valora los sabores que se preparan y comparten al calor del hogar. Para ella, cada receta representa una historia y un saber heredado que merece ser preservado. Su compromiso es seguir difundiendo las preparaciones típicas de su comunidad, transmitidas de generación en generación, con el firme propósito de que estas tradiciones no se pierdan y sigan vivas en la memoria colectiva.
Elvina Webster nació en Providencia, departamento de Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, reconocida por su carisma y sazón, le ha dado el nombre cariñoso de ‘Big Mama’. Es una cocinera tradicional raizal con más de 30 años de experiencia, dedicada a preservar y transmitir la cultura ancestral de su pueblo a través de la cocina. Madre de tres hijos, se define como una mujer servicial, empoderada y trabajadora. Actualmente lidera su propio restaurante, donde ofrece recetas típicas de su isla natal, manteniendo vivos los sabores del Caribe insular. Además de su labor en la cocina, también se dedica a la pesca y la agricultura, oficios que complementan su compromiso con la tradición y la autosostenibilidad.
Estas voces muestran que la cocina es hogar, memoria y futuro. Como relató recientemente una de ellas, “donde hay cocina ancestral al calor del hogar y la familia, hay paz y tranquilidad”.
Una estrategia con mirada internacional
El programa no solo inspira a nivel nacional. Más de 950 personas de países como México, Perú, Ecuador, Brasil y Guatemala han participado en actividades virtuales, confirmando el interés regional en el modelo colombiano.
Desde la FAO, el representante en Colombia, Agustín Zimmermann, destacó: “Colombia tiene una diversidad cultural increíble. Cocinas para la Paz ha permitido reconocer el valor de los saberes de mujeres y hombres que construyen paz desde la alimentación. Ellos no solo preparan los alimentos, también los cultivan y transmiten conocimientos para que las próximas generaciones reconozcan las bondades de la tierra a través del alimento”.
Lo que viene
Entre julio y diciembre de 2025 comienza la segunda fase de Cocinas para la Paz. Esta contempla:
- Escuelas comunitarias e institucionales para fortalecer la exigibilidad del derecho a la alimentación y la defensa del patrimonio culinario.
- Estrategias de mercadeo y comunicación con enfoque territorial.
- Caracterización y modernización de plazas de mercado como Lorica y Girardot, resaltando su rol como centros de soberanía alimentaria y economía comunitaria.
- Cursos virtuales para jóvenes y adultos, orientados a fortalecer la cultura alimentaria y promover acciones comunitarias.
- El lanzamiento de “Sabor, Saber y Memoria”, una serie web y pódcast que recorrerá las cocinas tradicionales del país, contando historias de resistencia, identidad y paz.
Una agenda global desde los fogones colombianos
Cocinas para la Paz está alineado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible: hambre cero, igualdad de género, comunidades sostenibles, producción y consumo responsables, y paz e instituciones sólidas.
“Reconocer los saberes de las comunidades en los territorios de Colombia es el primer paso para rescatar la cultura y la identidad del país. Una alimentación saludable y variada, basada en alimentos autóctonos, refleja lo que somos como nación”, destacó Diego Mora, Oficial de Programas de la FAO en Colombia.
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Con cada receta rescatada y cada fogón encendido, este programa demuestra que la alimentación es un derecho humano y un bien común. En cada plato tradicional hay una historia viva, un vínculo con la tierra y con quienes la cultivan. Conocer y valorar los alimentos autóctonos de cada territorio, volver a consumirlos y transmitir sus prácticas a las nuevas generaciones es sembrar autonomía y seguridad alimentaria en un país que es potencia en biodiversidad. Cocinas para la Paz recuerda que la diversidad cultural y la biodiversidad alimentaria son la base para construir un futuro más justo, sostenible y en paz.