Comenzando diciembre, las protestas en Georgia se han incrementado. La presidenta Salomé Zurabishvili se niega a dejar el cargo en medio de acusar a Sueño Georgiano de fraude.
Comenzando diciembre, las protestas en Georgia se han incrementado. La presidenta Salomé Zurabishvili se niega a dejar el cargo en medio de acusar a Sueño Georgiano de fraude.
Las protestas en Tiflis, la capital de Georgia, continúan debido a la creciente tensión entre el gobierno y la población proeuropea. Estas manifestaciones tienen raíces en varios factores. En primer lugar, la decisión del gobierno georgiano de suspender las negociaciones de adhesión a la Unión Europea (UE) generó indignación entre sectores que apoyan la integración europea, quienes consideran esta medida un retroceso en los valores democráticos y un acercamiento a Rusia.
La UE había otorgado a Georgia el estatus de candidato en diciembre, condicionado al cumplimiento de reformas democráticas, pero la suspensión del proceso se interpreta como una desviación de ese compromiso.
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El detonante inmediato fue la percepción de fraude en las elecciones legislativas recientes, ganadas por el partido gobernante, Sueño Georgiano. Muchos ciudadanos creen que estas elecciones no fueron justas, lo que avivó las demandas de una mayor transparencia democrática. Además, la reciente aprobación de leyes controvertidas, como la de “influencia extranjera”, que se asemeja a legislaciones represivas rusas, ha alimentado la frustración popular.
Otro motivo de las protestas es la denuncia de un giro autoritario del gobierno, al que se acusa de reprimir las libertades civiles y de alejarse de los valores occidentales. La oposición y grupos sociales ven en estas acciones un intento de controlar la sociedad civil y limitar la influencia de ONGs y medios independientes.
La violencia policial ha exacerbado la situación. Durante las manifestaciones, se han reportado detenciones masivas, uso desproporcionado de la fuerza y denuncias de abusos, lo que ha provocado críticas tanto de la presidenta Salomé Zurabishvili como de organizaciones de derechos humanos.
Las protestas reflejan una división profunda en la sociedad georgiana entre quienes abogan por una integración europea y quienes, alineados con el gobierno, prefieren mantener una relación más cercana con Moscú. Esta lucha simbólica es también un eco de la breve guerra entre Georgia y Rusia en 2008, que aún resuena en la política nacional.
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La represión gubernamental y las acusaciones de intervención extranjera en las protestas han intensificado el conflicto, creando un clima de incertidumbre sobre el futuro político de Georgia y sus relaciones internacionales. Aunque las protestas habían comenzado en octubre tras las elecciones, han retomado fuerza en medio del pulso político entre la presidenta y Sueño Georgiano.
Algunos analistas creen que en Georgia podría darse un ‘maidán‘ como en Ucrania. Pero creen que el desarrollo de los acontecimientos en dicho país, podría evitar que se dé un escenario similar.
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