Eduardo Escobar era poeta, escritor, ensayista, cuentista y periodista. Recientemente había recibido el premio del Círculo de Periodistas de Bogotá.
Eduardo Escobar era poeta, escritor, ensayista, cuentista y periodista. Recientemente había recibido el premio del Círculo de Periodistas de Bogotá.
En la madrugada de este martes 19 de marzo, y a los 81 años, falleció el poeta Eduardo Escobar, uno de los fundadores del movimiento nadaísta junto con Gonzalo Arango, Amílcar Osorio y Alberto Escobar Ángel, en 1958.
Desde sus inicios, Escobar fue uno de los animadores y más activos miembros del movimiento y publicó sus primeros poemas a la edad de 15 años. A esa edad, Fernando González, el filósofo de Otraparte, lo comparó con un “diosecito perdido” y se ganó el afecto de reconocidos escritores del momento.
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Manuel Mejía Vallejo financió su primer poemario y Gonzalo Arango lo consideró el “poeta más puro de su generación”. Además de poeta, Eduardo Escobar también era escritor, ensayista, cuentista y periodista.
En su prolífica producción intelectual publicó cerca de treinta libros de poesía, ensayos, cuentos y crónicas. Durante cuarenta años escribió la columna Contravía en el diario El Tiempo, cuya antología fue publicada por Intermedio Editores y fue merecedora del reciente premio del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) a la Mejor publicación periodística.
“Cuando recibió la noticia iba camino a la clínica conducido por sus pulmones”, escribió Jotamario Arbeláez, escritor, amigo personal y colega nadaísta, en su columna de opinión del diario El Tiempo del pasado 21 de febrero.
También fue merecedor del premio Simón Bolívar a la mejor columna de opinión en el año 2000 por un texto crítico sobre el escritor Jorge Luis Borges.
Su pasión y amor por el oficio de la escritura hizo que entregara su columna hasta sus últimos días. El 20 de febrero, en una de ellas titulada “Noticia de los reinos intermedios”, escribió: “Se agitan las enfermeras desde la primera hora en los pasillos, y entran y salen de la habitación con rara insistencia, para preguntarme si me duele, y yo contesto a veces que sí y a veces que no, porque de tanto oír la pregunta dejé de entender bien lo que es el dolor. Hay muchas clases de dolor. Borges dijo que sufrimos de uno en uno. Y hay muchas clases de heridas. Y hay muchos modos de llevarlas”.
La vida de Eduardo Escobar fue guiada por la irreverencia desde muy joven, aunque en algún momento en la infancia, a los 10 años, soñó con ser santo y hasta se inscribió en el Seminario de Yarumal. Sin embargo, esa aventura monástica no duro mucho. Se sabe que a los 16 años abandonó los estudios y se dedicó del todo a las letras y, por supuesto, a oficios que le permitieran vivir abrazando la poesía.
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“No sólo de poesía vive el hombre y menos en Colombia traficando con libros narcóticos. Para sacudir la inopia, como tantos otros antiguos y modernos poetas o simples mortales, recurrí a mil oficios ramplones y actividades prosaicas: fui auxiliar de contabilidad en una pesadilla, patinador de banco todo un junio, mensajero sin bicicleta en una oficina de bienes raíces mientras leí Teoría del desarraigo, fabriqué bolsas de polietileno, joyeros de cartón y terciopelo, fui almacenista, leí a Joyce en una bodega, me desempeñé también como anticuario ambulante, como vendedor de muñecas de navidad fuera de temporada, de diarios y semanarios y mensuarios a la entrada de una clínica de lujo”, escribió en algún momento.
Busqué a Dios…
Busqué a Dios con sinceridad y paciencia
En el directorio telefónico
En aguas mansas y turbias
Y en las precipitaciones de agua
Lo busqué en la ausencia de los que amamos
y en los desperfectos de nuestra mansedumbre
Me fui tras Él por pequeñas ciudades
Busqué su fotografía cada mañana en los periódicos
Amé en la risa de las muchachas su risa
Y en la mirada de mi prójimo
Encontré muerte en todas partes
Pero buscar es lo que importa.
Eduardo Escobar.
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