martes, 30 de diciembre de 2025

Entre 6 a 12 meses se verán en las empresas, los efectos del aumento del salario mínimo

El aumento del 23 % en el salario mínimo, anunciado por el Gobierno como una medida para recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores, ha abierto un debate profundo sobre sus verdaderos alcances económicos y sociales, y advertencias sobre riesgos para el empleo

El anuncio de un aumento del 23 % en el salario mínimo ha generado un intenso debate en los ámbitos económico, político y social. La medida, impulsada por el Gobierno como una respuesta al encarecimiento del costo de vida y a la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, se presenta como una de las alzas más significativas de los últimos años y marca un giro relevante en la política salarial del país.

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Desde el Ejecutivo, el incremento se justifica como un instrumento para mejorar las condiciones de vida de millones de trabajadores formales que dependen del salario mínimo. El argumento central es que los ingresos laborales habían quedado rezagados frente a la inflación acumulada, especialmente en rubros esenciales como alimentos, transporte y servicios públicos.

Entre los principales beneficios potenciales de la medida se encuentra el fortalecimiento del poder adquisitivo de los hogares de menores ingresos. Un salario mínimo más alto puede traducirse en mayor capacidad de consumo, lo que a su vez podría dinamizar la demanda interna y estimular sectores como el comercio y los servicios.

Otro argumento a favor del aumento es su posible impacto positivo en la reducción de la desigualdad. Al elevar el piso salarial, se acorta la brecha entre los trabajadores con menores ingresos y aquellos ubicados en niveles salariales medios, lo que puede contribuir a una distribución del ingreso ligeramente más equitativa.

Sin embargo, la medida también conlleva riesgos relevantes. Uno de los principales temores es su impacto sobre los costos laborales, especialmente para las pequeñas y medianas empresas. Para muchos empleadores, absorber un aumento del 23% en el salario mínimo puede resultar financieramente difícil, en particular en sectores con márgenes estrechos o baja productividad.

En este contexto, algunos analistas advierten que el incremento podría traducirse en una menor generación de empleo formal. Las empresas que no logren asumir el mayor costo salarial podrían optar por reducir contrataciones, informalizar parte de su nómina o incluso prescindir de trabajadores, lo que contrarrestaría los objetivos sociales de la medida.

Otro punto crítico es el posible efecto inflacionario. Un aumento significativo del salario mínimo puede presionar al alza los precios, ya sea porque las empresas trasladan el mayor costo laboral al consumidor final o porque se genera un aumento generalizado de la demanda sin un incremento equivalente en la oferta.

La oposición política ha sido especialmente crítica frente a la decisión. Sus voceros sostienen que el aumento responde más a consideraciones ideológicas o políticas que a criterios técnicos, y advierten que no estuvo acompañado de un plan integral para mejorar la productividad o reducir los costos no salariales que enfrentan las empresas.

Asimismo, sectores opositores cuestionan la sostenibilidad fiscal y económica de la medida, señalando que el aumento del salario mínimo también impacta directamente el gasto público, dado que múltiples transferencias, contratos y tarifas están indexados a este indicador.

Los expertos coinciden en que el impacto sobre el consumo podría ser relativamente rápido, manifestándose en los primeros meses tras la entrada en vigencia del nuevo salario. Este efecto inicial, sin embargo, dependerá de que la inflación no absorba rápidamente el aumento nominal.

Los efectos negativos, como posibles ajustes en el empleo o presiones inflacionarias, suelen aparecer de forma más gradual. Generalmente, estos se evidencian en un horizonte de mediano plazo, entre seis y doce meses, cuando las empresas revisan estructuras de costos, planes de contratación y precios.

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El aumento del 23% en el salario mínimo constituye una apuesta de alto impacto económico y social. Su éxito o fracaso dependerá de múltiples factores, entre ellos la evolución de la inflación, la capacidad de las empresas para adaptarse y la implementación de políticas complementarias que mitiguen los riesgos y potencien los beneficios para trabajadores y empleadores por igual.

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