El gobierno nacional firmó un acuerdo con Saab, la firma sueca, para adquirir 17 cazas Gripen que reemplazarán a los antiguos aviones Kfir de la Fuerza Aérea Colombiana.
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El presidente Gustavo Petro defendió la adquisición como una modernización estratégica imprescindible, subrayando que los Kfir actuales están obsoletos.
Dentro del acuerdo con Saab también se incluyeron compensaciones sociales, como la instalación de paneles solares en Córdoba, proyectos de agua potable en La Guajira y mejoras en un hospital en Bogotá.
La oposición en Colombia no tardó en reaccionar: figuras como Antonio Navarro Wolff criticaron el gasto, afirmando que esos recursos deberían destinarse primero a salud, educación y vivienda.
El senador Jorge Robledo calificó la compra como un “enorme error” y una contradicción política, pues consideran que Colombia no necesita aviones de combate tan costosos mientras hay necesidades sociales urgentes.
Los aviones Gripen de Saab fueron elegidos por su costo más competitivo frente a otras opciones evaluadas, como los F-16 de EE.UU. o los Rafale de Francia.
Estados Unidos y Francia incluso hicieron contraofertas para frenar el contrato sueco, señalando que también tienen propuestas para suministrar aeronaves a Colombia.
Surgieron rumores sobre un posible veto de EE.UU. al motor que usan los Gripen (fabricado en parte en Estados Unidos), pero Saab aseguró que todos los permisos están en regla y negó una restricción.
Políticamente, el acuerdo fortalece la relación entre Colombia y Suecia, mientras que militarmente representa un salto tecnológico para la defensa aérea del país.
Las críticas también aluden a cuestiones de prioridad: opositores argumentan que invertir en cazas ahora es cuestionable en un contexto de limitaciones presupuestales y urgencias sociales.
En términos diplomáticos, la compra podría darle a Colombia más autonomía estratégica, alejándose en parte de depender solo de fuentes de armamento tradicionales como Estados Unidos o Israel.
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La adquisición de los aviones Gripen suecos es un movimiento con visión de largo plazo para la fuerza aérea colombiana, pero ha abierto un debate profundo sobre prioridades nacionales, gasto militar y las implicaciones geopolíticas en la relación con potencias occidentales.