martes, 28 de octubre de 2025

Hamás aceptó parcialmente el plan de paz de Trump

Hamás aceptó el plan de paz de Donald Trump pero con algunas condiciones, en especial al respecto del desarme y la gobernanza de la franja de Gaza

Hamás ha aceptado algunos elementos clave del plan de paz de Trump para Gaza —como la liberación de todos los rehenes según la fórmula propuesta y la transferencia del poder administrativo de Gaza a un cuerpo palestino independiente de tecnócratas— pero ha expresado reservas sobre otros puntos.

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Entre lo que Hamás pide están claras garantías de que se cumpla un cese de fuego real (incluyendo suspender bombardeos), que se negocien los plazos de retirada de tropas israelíes, y que la futura administración no esté bajo control externo impuesto, sino basada en consenso nacional palestino y apoyada por países árabes/musulmanes.

Un punto de gran fricción es el desarme. En el plan de Trump se exige que Hamás entregue sus armas, pero Hamás no lo ha aceptado explícitamente. Para ellos, conservar alguna capacidad defensiva —o al menos negociar qué armas serían entregadas— es condición esencial.

Hamás rechaza la propuesta de que la administración de Gaza sea supervisada por un “Board of Peace” internacional encabezado por figuras extranjeras (como Trump y Tony Blair). Aclara que Gaza debería ser administrado por palestinos, en función de consenso nacional y con apoyo árabe/islamico.

Uno de los gestos más importantes del plan aceptado es la disposición de Hamás para liberar todos los rehenes vivos y los cuerpos de los fallecidos de acuerdo con la fórmula propuesta, siempre que se cumplan “las condiciones de campo” necesarias, lo que implica seguridad para el intercambio, alto al fuego, y garantías en terreno.

Trump ha impuesto plazos muy cortos —por ejemplo, que la respuesta llegue en 3-4 días o hasta el domingo, bajo amenaza de consecuencias militares si no lo hace. Hamás pide más tiempo para consultar con otras facciones palestinas, para discutir detalles. Un rechazo total podría desencadenar una escalada militar mayor.

Aceptar implicaría que Hamás ceda poder formal, potentemente: entregaría el control administrativo, podría verse forzado a renunciar al armamento, y asumir roles reducidos en el gobierno de Gaza. Eso podría debilitar su posición política interna, y también su rol militar, lo que genera resistencias internas.

A cambio, Hamás podría obtener una pausa en la destrucción, la salida de rehenes, ayuda humanitaria más fluida, límites al daño militar, y quizás un reconocimiento internacional más amplio si logra negociar los términos. También podría mejorar su imagen ante la población palestina si logra aliviar la crisis humanitaria.

Si acepta condiciones que dejan responsabilidad administrativa en tecnócratas externos o bajo supervisión extranjera, o si renuncia al derecho de armas defensivas, la soberanía queda restringida. El control real sobre Gaza, incluyendo fronteras, seguridad, fuerzas armadas, etc., podría quedar en manos de otros actores.

Hamás y muchos palestinos desconfían porque Israel no siempre ha cumplido los compromisos de paz anteriores (ej: Oslo, otros acuerdos de alto al fuego). Esa historia de incumplimientos alimenta el escepticismo sobre si las garantías ofrecidas serán verdaderas.

Países como Egipto, Qatar, Turquía, y varios otros en el mundo árabe, así como actores internacionales que apoyan una solución pacífica, están empujando a Hamás a aceptar, o al menos negociar. Pero también advierten que cualquier acuerdo debe garantizar derechos palestinos reales.

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En suma, Hamás parece estar en una posición intermedia: acepta algunos puntos esenciales —liberación de rehenes, administración sin el Board internacional impuesto— pero aún condiciona su aceptación total a garantías de soberanía, cumplimiento verificable, y participación palestina. Lo que decida ahora podría cambiar radicalmente el curso del conflicto: si aceptan bajo condiciones demasiado duras, podría quedar debilitado; si rechazan, el riesgo es una ofensiva aún más fuerte.

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