viernes, 30 de mayo de 2025

Madres, hijas, esposas: El llamado urgente de nuestro tiempo

Nuestras decisiones, nuestros actos de coraje, importan. Importan más que nunca.

En un mundo que cambia a pasos agigantados, las mujeres —madres, esposas, hijas— tenemos hoy en nuestras manos una responsabilidad silenciosa pero profunda: decidir no solo por nuestro presente, sino por el futuro de quienes vendrán detrás de nosotras.

Nuestras decisiones, nuestros actos de coraje, importan. Importan más que nunca.

En las comunidades latinas, moldeadas durante siglos por estructuras patriarcales, muchas veces perpetuamos dinámicas que nos dañan sin siquiera cuestionarlas.

Crecimos celebrando los logros de los hombres como gestas heroicas, mientras minimizamos la fuerza con la que nuestras madres, abuelas y tías sostuvieron el mundo en silencio.

Se nos enseñó a admirar la autoridad masculina, pero no siempre a reconocer nuestro propio poder.

Hoy, romper con vínculos tóxicos, desafiar patrones de sometimiento y levantar la voz no es solo un acto personal.

Es un acto de amor colectivo.

Las heridas invisibles que nos atan

Desde la psicología social se han identificado dinámicas que explican por qué tantas mujeres, aun reconociendo el daño, se resisten a romper con relaciones o sistemas que las lastiman.

  • Disonancia cognitiva (Festinger, 1957): Cuando lo que sentimos, pensamos y vivimos entra en conflicto, nuestro cerebro tiende a justificar la injusticia para evitar el dolor emocional. Aparecen entonces la ansiedad, la culpa, la justificación excesiva: «No es tan malo», «Él también tiene cosas buenas». A veces, la lucha interna se convierte en una jaula más dolorosa que el propio maltrato.
  • Síndrome de la abeja reina (Staines, Tavris y Jayaratne, 1974): Muchas mujeres que sobrevivieron a sistemas hostiles aprenden que deben competir contra otras mujeres, no confiar en ellas. Surge la rivalidad, la crítica feroz a quienes buscan liberarse, y una lealtad ciega a las dinámicas que perpetúan su dolor. Estas heridas no son fallas personales. Son cicatrices heredadas. Comprenderlas es empezar a sanar.

Cuando el amor y el acompañamiento no son suficientes

Acompañar a una mujer en su proceso de liberación puede ser uno de los actos más nobles y dolorosos que existen.
Y aun así, a veces no es suficiente.

Aunque brindemos apoyo incondicional, aunque escuchemos, abracemos y esperemos, puede que la persona no rompa el vínculo que la daña. No porque no quiera. Sino porque no puede, todavía.

Algunas razones invisibles que sostienen este dolor:
● Dependencia emocional crónica.
● Miedo paralizante a las consecuencias.
● Normalización cultural del sufrimiento.
● Traumas no resueltos que modelaron su identidad.
● Falta de alternativas reales de vida segura.

Señales de estos procesos profundos incluyen justificación constante del abuso, aislamiento de las redes de apoyo, autoestima devastada y enfermedades psicosomáticas que son gritos silenciosos del cuerpo.
Acompañar en estos casos no implica rescatar. Implica resistir junto.

Acompañar sin perderse

Cuando el cambio no llega, cuando el dolor parece arraigarse más hondo, la tarea se transforma.

Acompañar sin perderse significa:

Aceptar que no somos salvadores: cada mujer es dueña de su proceso y su tiempo.

● Cuidar nuestra salud emocional: no podemos ofrecer amor verdadero desde el agotamiento o la frustración.

● Estar presentes sin imponer caminos: las puertas abiertas son más poderosas que las imposiciones.

● Sostener la esperanza realista: confiar en que sembramos luz, aunque no siempre veamos los frutos.

● Honrar la dignidad de la mujer, incluso si decide quedarse donde está.

A veces, el acto de resistencia más profundo es simplemente estar, sin abandonar, sin exigir, sin perder el respeto ni la fe.

La ternura radical como herencia

Nuestras madres y abuelas no sostuvieron el mundo desde la sumisión, sino desde una ternura radical que resistió el abandono, la injusticia y el olvido. No estamos llamadas a repetir su sufrimiento.
Estamos llamadas a transformar su legado en libertad.

Romper cadenas no significa rechazar el amor: significa purificarlo.
Sanar no es olvidar el dolor: es dejar de vivir atrapadas en él.

Unidas, como madres, hijas y hermanas, somos el principio del cambio.
El futuro no será el que soñemos. Será el que decidamos construir, aquí y ahora.

(Dedicatoria)
«Somos casa, somos canto, somos memoria viva de aquellas manos que nos enseñaron a amar incluso en la tormenta.»

Julieth Cabral

Artista colombiana, líder social y editora internacional en Domoo Editorial. También es la fundadora y directora de Casa de Artesanos, una organización dedicada a transformar vidas a través del arte y la cultura.

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