Con productos de la biodiversidad y aportando a la economía del hogar, mujeres de indígenas y negras consolidan empresa, conservan tradiciones ancestrales y restauran el bosque.
Con productos de la biodiversidad y aportando a la economía del hogar, mujeres de indígenas y negras consolidan empresa, conservan tradiciones ancestrales y restauran el bosque.
“Yo me siento muy orgullosa como artesana de nuestras mayoras que tenías su actividad en la ´tejura´ porque no sabía cómo hacer un abanico, un canasto. Estoy muy agradecida con su conocimiento y su tiempo para aprender esa práctica cultural de artesanía”, dice Marisa Chiripua Moña, lideresa indígena del Resguardo Calle Santa Rosa en el Pacífico.
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Ella es una de las mujeres de este resguardo indígena de Timbiquí, Cauca, que cuenta con 200 hectáreas donde se depliega el cultivo de paja tetera (Stromanthe jacquinii) junto a diferentes quebradas. Esta planta, que crece hasta 3 metros, de hojas alargadas y oblicuas, tiene un tesoro que imprime memoria e identidad: su fibra. Esta fibra ha tejido por generaciones en Calle Santa Rosa historias de pujanza femenina. “Nuestras mamás y abuelas nos enseñaban a hacer nuestro propio producto para aportar y decir que sí se puede hacer un canasto y así comprar nuestros útiles escolares”, recuerda Marisa al narrar sobre el proceso de la tejura.
“El tallo se deshilacha en luna menguante para que no se pudra ni se dañen las fibras. Se pone a secar y se comienzan a tejer las fibras, haciendo trenzas primero y luego entrelazándolas”. Así, se van generando combinaciones de formas geométricas, inspiradas en la biodiversidad del territorio y de su iconografía indígena.
Este proceso ancestral hace parte de lo que se llama actualmente, a nivel técnico, manejo forestal sostenible comunitario, con el que se busca “conocer la capacidad de producción del bosque, los productos no maderables y/o de la flora silvestre con la finalidad de administrar, implementar medidas de uso racional o restauración ecológica, partiendo de las condiciones culturales, organizativas, sociales y empresariales de las comunidades para aportar a su bienestar“, explica Lady Paz Quijano, profesional forestal del proyecto Pacífico Biocultural.
Desde este proyecto, implementado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en alianza con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (Minambiente), el Sistema Regional de Áreas Protegidas del Pacífico (SIRAP Pacífico) y las instituciones que lo integran, la labor de la mujer en el cuidado ambiental tiene un arraigo profundo con sus creencias y cultura.
En medio de la gran diversidad de bienes y servicios que ofrece el bosque, la mujer se integra y se convierte en soporte en el manejo forestal comunitario y sus productos no maderables o fibras como la tetera, chocolatillo, jagua, yaré, palmas de mil pesos y totora, entre otras.
Estas prácticas tradicionales, realizadas por mujeres, son actividades clave en el manejo forestal. Con una visión de empresa, el liderazgo femenino se vive desde labores administrativas y organizativas, la optimización de recursos, o en el desarrollo de cargos como representantes legales, consejeras, tesoreras, secretarias, y poco a poco incursionan en el trabajo de campo, monitoreo y restauración ecológica.
Según la FAO, “en todas las regiones, el sector forestal sigue siendo un ámbito dominado por los hombres con una persistente brecha de género, en el que las funciones y contribuciones de la mujer suelen ser invisibles, a pesar del antiguo y creciente rol desempeñado por las mujeres indígenas y del entorno rural en las cadenas de valor forestales, especialmente en la comercialización de productos forestales no madereros”.
El aprovechamiento de recursos no maderables del bosque también ha permitido que la mujer innove a través de la transformación de estos productos de la biodiversidad en artesanías, extractos, aceites, tintes y alimentos, generando negocios comunitarios que aportan a la economía del hogar.
“Las mujeres tienen unos conocimientos muy especializados sobre los bosques en cuanto a diversidad de especies, gestión y utilización de los recursos, así como sobre prácticas de conservación y restauración vinculadas directamente a la salud y el consumo alimentario de los hogares, que son fundamentales en tiempos de crisis alimentarias. Desempeñan un papel clave en las actividades de subsistencia comunitarias y en las iniciativas de producción a todo lo largo de las cadenas de valor de los productos forestales” (FAO).
De la práctica ancestral a una mirada empresarial
En el Resguardo Indígena de Calle Santa Rosa, más de 100 mujeres hacen parte de la Asociación Tau P’irra, una empresa comunitaria que crearon las mujeres artesanas Sía (del pueblo Eperara Siapidara) hace dos años. Con un enfoque de sostenibilidad, mujeres indígenas de cuatro comunidades dieron vuelo a sus sueños haciendo lo que aprendieron desde niñas: tejer. Tejiendo historias y elaborando artesanías las mujeres reflejan su sabiduría empírica y su identidad, que les permite sentirse autónomas.
Marisa cuenta que “el inicio no fue fácil, pero con muchos esfuerzos y sabiendo ya cómo recoger las semillas y los cuidados que debemos tener, aprendimos a vender. La tejura nos deja recursos que complementamos al pan coger para tener ingresos y así ayudar a nuestras familias”.
Con apoyo de Pacífico Biocultural, estas mujeres han liderado un proceso de restauración de 50 hectáreas de planta de tetera. Ellas recolectan las semillas y hacen un proceso de enriquecimiento que fortalece un sistema productivo para garantizar la existencia de la materia prima para la elaboración de emblemáticos cestos, abanicos, y otras artesanías que son pintadas con tinten de diversos colores extraídos de otros productos del bosque, como elementos insignia de la identidad y construcción de memoria de este pueblo Eperara Siapidara.
Del bosque a las pasarelas: la tetera es conocida hoy en otras partes del mundo
El manejo de las fibras de tetera y chocolatillo en Timbiquí también ha contribuido a un negocio verde. Con Artimbiquí, otra iniciativa de bioeconomía constituida por madre e hija desde los conocimientos de la abuela, mujeres negras siembran, cultivan, transforman, diseñan, producen y comercializa productos con fibras naturales y agroforestales de la región pacífica, promoviendo la identidad cultural y la participación de la mujer rural con un enfoque inclusivo y sostenible desde el departamento del Cauca.
Diani Yolima Jory Saa, representante legal de Artimbiquí, es licenciada en Etnoeducación con énfasis en Ciencias Sociales, ha impulsado a su comunidad para el patrimonio cultural trascienda fronteras. Inspirada en la belleza natural de Timbiquí y la pujanza de su pueblo, inició un camino para que las fibras del Pacífico fueran conocidas en otros lugares del país y del mundo, superando innumerables barreras comerciales.
Al trabajar en el desarrollo de artesanías propias del Pacífico, y ser ganadores de varios concursos, con productos como carteras, abanicos y sombreros de Artimbiquí, estos productos son expuestos en diversas ferias en Colombia y otros países, mostrando la elegancia de la sostenibilidad. El más reciente premio que recibió Artimbiquí fue la Medalla a la Maestría Artesanal 2024 en sostenibilidad ambiental, una de las 9 categorías que ha creado Expoartesanías de Colombia, y de la que fueron ganadores entre otros participantes de los 32 departamentos del país, gracias a sus prácticas responsables y conciencia artesanal. Un proceso en el que Pacífico Biocultural, de la mano de la comunidad y la Corporación Autónoma Regional del Valle (CVC), ha aportado en la construcción de un estudio técnico, la entrega de maquinaria y equipos, así como materiales textiles para la confección, y el acompañamiento técnico para el aprovechamiento sostenible de la tetera.
Día mundial del árbol, creando conciencia desde los territorios por el futuro de la humanidad
Cada 28 de junio se celebra el Día Mundial del Árbol, una fecha que invita a reflexionar sobre el valor de los árboles en nuestras vidas, más allá de su función estética. Impulsada desde 1969 por el Congreso Forestal Mundial y adoptada por la FAO en 1971, esta conmemoración reconoce el papel fundamental de los bosques en la regulación del clima, la conservación del agua, la biodiversidad y el bienestar humano. En territorios como el Pacífico colombiano, este llamado cobra un sentido especial, donde las mujeres han convertido la protección del bosque en una forma de vida, de economía y de resistencia cultural.
En comunidades como el Resguardo Indígena Calle Santa Rosa en Timbiquí, Cauca, la celebración del Día Mundial del Árbol no se queda en palabras: se vive en la práctica diaria de mujeres que restauran ecosistemas y transforman fibras naturales en artesanías cargadas de historia. Con especies como la paja tetera —teñida con pigmentos del bosque y trabajada con técnicas ancestrales— no solo generan ingresos para sus familias, sino que garantizan la conservación del bosque húmedo tropical, un ecosistema esencial para mitigar el cambio climático. “El bosque es como una madre que hay que cuidar, porque sin él no hay vida”, expresa Marisa Chiripua Moña, lideresa del pueblo Eperara Siapidara.
Estas mujeres, protagonistas silenciosas de la bioeconomía del Pacífico, también demuestran que los árboles no solo ofrecen sombra y oxígeno, sino oportunidades de desarrollo sostenible con identidad. Gracias a su conocimiento sobre los ciclos de la naturaleza y su papel activo en el manejo forestal comunitario, han impulsado procesos de restauración, producción artesanal y comercialización que hoy trascienden fronteras. Iniciativas como Artimbiquí y la Asociación Tau P’irra son ejemplo de cómo el liderazgo femenino puede transformar la relación con los bosques: de la tala a la conservación, de la subsistencia al empoderamiento económico. Celebrar el Día Mundial del Árbol también es reconocer esta labor vital.
Sobre el proyecto Pacífico Biocultural
El proyecto Pacífico Biocultural busca incorporar el manejo sostenible y la conservación de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos que son soporte del bienestar humano, en paisajes vulnerables del Pacífico colombiano, generando beneficios ambientales locales, regionales y globales, en apoyo a la construcción de la Paz.
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Se desarrolla en cinco departamentos del Pacífico colombiano: Chocó, Risaralda, Valle del Cauca, Cauca y Nariño. Es liderado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en alianza con Minambiente, el SIRAP Pacífico y las instituciones que lo integran.
(Con información de la FAO)