Bajo un ambiente de tensión mundial, la OTAN decidió aumentar el gasto militar al 5% de su PIB por exigencia del presidente estadounidense Donald Trump.
Bajo un ambiente de tensión mundial, la OTAN decidió aumentar el gasto militar al 5% de su PIB por exigencia del presidente estadounidense Donald Trump.
En una decisión que marca un nuevo capítulo en la política de defensa occidental, los países miembros de la OTAN firmaron un acuerdo histórico para aumentar el gasto militar hasta el 5% del PIB de cada nación miembro, con metas trazadas hasta el año 2035. Este compromiso duplica el objetivo anterior del 2.1% establecido en la cumbre de Gales en 2014 y evidencia una nueva etapa de militarización global.
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La medida fue adoptada en medio de un contexto geopolítico cada vez más tenso e inestable, donde los conflictos internacionales han alcanzado niveles alarmantes, con especial atención a la guerra en Ucrania y las tensiones en el mar de China Meridional. La OTAN sostiene que la Federación Rusa representa una amenaza persistente para la seguridad europea y ha alertado sobre la posibilidad de que Moscú intente avanzar más allá de las fronteras ucranianas.
El aumento del gasto militar no fue una propuesta espontánea, sino una exigencia directa del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Desde su regreso a la presidencia en 2025, Trump ha insistido en que Estados Unidos no debería proteger Europa gratis, y que su gobierno solo garantizaría la seguridad de los aliados si estos «pagaban su parte» de la defensa colectiva.
Uno de los puntos más controversiales surgió cuando el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, expresó públicamente que España no cedería a esa presión. Argumentó que tal aumento podría comprometer la sostenibilidad fiscal y debilitar las inversiones sociales. Sin embargo, Trump respondió con su característico tono confrontacional y amenazó con imponer aranceles a productos españoles, incluyendo el vino, el aceite de oliva y productos del sector textil.
Ante este panorama de presión diplomática y comercial, Sánchez terminó firmando el acuerdo junto a los demás líderes de la alianza. Según fuentes del gobierno español, la decisión se tomó tras intensas negociaciones que incluyeron promesas de que parte del gasto militar se destinaría a modernizar la industria de defensa nacional y a fomentar alianzas tecnológicas entre países miembros.
Tras la firma del acuerdo, Trump recurrió a su red social, Truth Social, para celebrar lo que calificó como una «victoria sin precedentes» para Estados Unidos. En uno de sus mensajes, hizo públicos extractos de conversaciones con el neerlandés Mark Rutte, actual Secretario General de la OTAN, en los que este último elogiaba a Trump y decía que «ningún presidente estadounidense había logrado lo que usted ha logrado con la OTAN«.
Rutte habría añadido que «Europa va a pagar a lo grande«, en aparente referencia al aumento del gasto de defensa como una señal de subordinación financiera al liderazgo estadounidense. Esta frase ha generado gran polémica en las capitales europeas, donde se percibe un creciente malestar por la forma en que se ha impuesto esta agenda sin mayor debate ciudadano.
Varios analistas internacionales han advertido que para alcanzar el objetivo del 5% del PIB en gasto militar, muchos países tendrán que aumentar impuestos, incrementar su deuda pública o recortar significativamente en gasto social, lo que podría afectar sectores clave como educación, salud y vivienda.
La medida también ha encendido alarmas en círculos académicos y pacifistas, quienes señalan que este tipo de gasto masivo en defensa podría alimentar una nueva carrera armamentista y desviar recursos que deberían destinarse a la crisis climática, el combate a la pobreza y la innovación social.
En países como Alemania y Francia, algunos parlamentarios ya han manifestado su rechazo a la propuesta, advirtiendo que implicaría un reajuste del contrato social y podría provocar un aumento en las protestas ciudadanas en los próximos años. Sin embargo, los gobiernos se han comprometido a cumplir con el acuerdo para mantener la cohesión en el seno de la OTAN.
Mientras tanto, en Europa del Este, los países más cercanos al conflicto con Rusia, como Polonia, Estonia y Letonia, han celebrado el acuerdo, argumentando que el fortalecimiento militar es indispensable para su supervivencia geopolítica y que el gasto está plenamente justificado por la amenaza rusa.
La situación ha abierto también un debate sobre la verdadera autonomía estratégica de Europa. Algunos líderes plantean que si el continente debe gastar tanto en defensa para satisfacer a Estados Unidos, entonces también debe replantearse su papel dentro de la OTAN y avanzar hacia una defensa europea más independiente.
En América Latina, la noticia ha sido recibida con escepticismo. Algunos gobiernos han cuestionado el impacto global de un reordenamiento militar de esta magnitud, temiendo que aumente la presión para alinearse con uno u otro bloque de poder. También han surgido voces que advierten sobre un posible efecto dominó en el comercio global y la redistribución de recursos estratégicos.
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Finalmente, este nuevo acuerdo refleja la forma en que la política de defensa global se está transformando en una herramienta de presión económica, en lugar de un mero compromiso militar. Con la firma del acuerdo del 5% del PIB, la OTAN entra en una nueva era de gasto y preparación bélica, bajo el liderazgo directo de un presidente estadounidense que ha dejado claro que en política internacional, nada es gratis.