sábado, 5 de julio de 2025

Nuevamente se tensan las relaciones entre Colombia y Estados Unidos

Un nuevo capítulo en la tensa relación entre Colombia y Estados Unidos se dio con el llamado respectivo de sus diplomáticos a consultas.

Una nueva crisis diplomática se abrió entre Colombia y Estados Unidos tras el llamado de atención del secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, quien decidió comunicarse directamente con el encargado de negocios de la embajada estadounidense en Bogotá, John T. McNamara. El gesto se interpretó como una forma de marcar distancia frente a lo que Rubio calificó como “declaraciones infundadas y reprobables” de funcionarios del gobierno colombiano.

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La declaración de Rubio fue publicada en su cuenta oficial en redes sociales y generó una reacción inmediata en Bogotá. Aunque no se precisó cuál fue la afirmación concreta que motivó su pronunciamiento, el contexto político reciente sugiere que podría estar relacionado con los audios revelados por el diario El País de España, en los cuales el excanciller Álvaro Leyva hace referencia a un presunto complot para sacar del poder al presidente Gustavo Petro, y menciona contactos con senadores del Partido Republicano.

En dichos audios, Leyva hablaba de la necesidad de “tocar puertas” en el Congreso estadounidense, específicamente con senadores republicanos, para generar presión internacional contra el gobierno Petro. Si bien el excanciller no detalló nombres en esas grabaciones, el contenido fue considerado delicado por las autoridades colombianas y generó preocupación en Washington.

A este hecho se suman las declaraciones recientes del propio presidente Petro, quien sugirió en una rueda de prensa que algunos congresistas republicanos podrían haber sido parte de esa conspiración. “Si aquí hay un intento de desestabilización, de golpe blando, y si en ese plan participaron congresistas de otro país, eso debe ser investigado”, afirmó el mandatario sin señalar directamente a personas, pero dejando abierta la posibilidad de una injerencia extranjera.

En reacción a este clima tenso, varios congresistas del Pacto Histórico —la coalición oficialista— solicitaron de manera formal a la Comisión de Ética del Congreso de Estados Unidos que investigue la posible participación de los representantes Mario Díaz-Balart, María Elvira Salazar y Carlos Antonio Giménez en lo que han calificado como un “intento de golpe institucional” en Colombia. La petición fue enviada por medios diplomáticos y difundida por redes sociales.

Este conjunto de acciones llevó al secretario de Estado Rubio a intervenir públicamente. Rubio, cercano a los sectores más conservadores del Partido Republicano y uno de los principales voceros de la línea dura frente a gobiernos latinoamericanos considerados de izquierda, expresó su molestia y ordenó a McNamara enviar un reporte urgente sobre la situación en Bogotá y sus implicaciones diplomáticas.

La respuesta del gobierno colombiano no se hizo esperar. El presidente Gustavo Petro decidió llamar a consultas a su embajador en Washington, Daniel García-Peña, una medida que en diplomacia equivale a una señal de molestia grave. García-Peña ya se encontraba en Bogotá por otros compromisos, pero el llamado fue formalizado como parte del deterioro evidente en el diálogo bilateral.

Sin embargo, Petro intentó matizar la situación en un discurso posterior en la Casa de Nariño. “No creo que Marco Rubio tenga como prioridad sacarme del poder. Él tiene otros problemas más grandes en su país”, dijo, restando importancia al enfrentamiento pero sin desmentir el fondo de las acusaciones de injerencia política.

El vicecanciller Mauricio Jaramillo, quien quedó al frente de la Cancillería tras la renuncia de Laura Sarabia, instó a mantener la mesura y defendió la importancia de mantener abiertos los canales diplomáticos. “Hemos tenido una relación histórica de cooperación con Estados Unidos, que debe mantenerse basada en el respeto mutuo”, afirmó en una breve declaración a medios.

En la misma línea, el embajador Daniel García-Peña declaró que este tipo de tensiones no deben escalar a un conflicto mayor. “Es necesario recordar que tenemos más de 200 años de relaciones bilaterales. Este no es un momento para rupturas, sino para el diálogo institucional”, afirmó. No obstante, reconoció que el momento es delicado.

La renuncia de Laura Sarabia como canciller ha dejado un vacío institucional en un momento particularmente complejo para la diplomacia colombiana. Sarabia dejó el cargo tras diferencias con el presidente Petro sobre el contrato para la elaboración de los pasaportes, una disputa que escaló hasta fracturar la relación entre ambos funcionarios. Su salida agudiza la crisis diplomática.

Mientras tanto, el Congreso colombiano ha comenzado a discutir la posible conformación de una comisión especial para indagar las implicaciones legales y políticas del escándalo desatado por los audios de Leyva. Algunos sectores de oposición exigen que se investigue a fondo la participación de funcionarios y exfuncionarios en posibles conspiraciones internas o alianzas con actores extranjeros.

Desde Washington, algunos analistas consideran que el episodio podría afectar temporalmente la cooperación bilateral, especialmente en temas sensibles como la lucha contra el narcotráfico, el comercio y la seguridad regional. No obstante, también señalan que el gobierno Biden ha mantenido una postura más pragmática con Petro, enfocándose en los intereses estratégicos de largo plazo.

La crisis diplomática aún no ha alcanzado un punto de ruptura, pero las señales de tensión son evidentes. Mientras Petro mantiene su discurso de defensa frente a lo que llama “una campaña para deslegitimar su gobierno”, sectores conservadores en Estados Unidos insisten en que se deben tomar medidas para frenar la radicalización del gobierno colombiano.

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En las próximas semanas se espera que se definan nuevos nombramientos en la Cancillería y que continúen las gestiones diplomáticas para recomponer la confianza mutua. Por ahora, el escándalo sigue generando reacciones políticas en ambos países y deja al descubierto las fricciones entre dos gobiernos que, aunque aliados en lo formal, parecen seguir caminos cada vez más paralelos y desconfiados.

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