Una noche letal en el sur de Brasil dejó una marca imborrable: un poderoso tornado azotó el municipio de Rio Bonito do Iguaçu, en el estado de Paraná, el 7 de noviembre de 2025, causando la muerte de al menos seis personas y dejando cientos de heridos, mientras gran parte de la ciudad quedó devastada.
Te puede interesar: Comenzó en Brasil la COP30, la conferencia climática de la ONU
El fenómeno meteorológico fue gigantesco: los vientos fueron estimados en más de 250 km/h, cifra que corresponde a un tornado clasificado como EF-3 (o su equivalente) en la escala Fujita Mejorada, lo que lo convierte en uno de los tornados más potentes registrados en la región.
Las imágenes aéreas de la localidad muestran un escenario de destrucción total: postes derribados, árboles arrancados de raíz, silos agrícolas colapsados, viviendas sin techo o completamente demolidas. El gobernador de Paraná declaró que “pareció un escenario de guerra”.
Las cifras hablan por sí solas: aproximadamente el 90% de la infraestructura urbana de Rio Bonito do Iguaçu sufrió algún grado de daño, según la Defensa Civil del estado. Se estima que cerca de 10.000 personas resultaron afectadas directamente en un municipio de unos 14.000 habitantes.
En materia humana el impacto fue severo: al menos seis muertos, entre ellos una adolescente de 14 años, y más de 750 heridos —algunos de gravedad— fueron reportados. También se registraron personas desaparecidas y un gran número de desplazados y desabrigados.
La red eléctrica y las rutas fueron duramente castigadas: cientos de postes y varias torres de alta tensión fueron derribadas, dejando a miles sin suministro de luz y complicando los esfuerzos de rescate y atención médica. Carreteras bloqueadas por escombros también entorpecieron la llegada de ayuda.
El gobierno estatal de Paraná decretó el estado de calamidad pública e hizo un llamado a la solidaridad nacional y federal. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, manifestó su apoyo y envió equipos de ayuda, mientras las autoridades desplegaron bomberos, ejército y brigadas de rescate.
La tragedia ocurrió en un momento clave: mientras Brasil albergaba la cumbre climática COP30, el desastre se sumó al debate sobre el cambio climático y los eventos extremos, recordando que fenómenos tan intensos ya no son sólo raros sino cada vez más probables.
Familias enteras quedaron sin hogar, muchas residencias fueron inutilizadas y se habilitaron albergues temporales en escuelas y gimnasios. La recuperación implica no solo reconstrucción física sino también asistencia psicológica, social y económica para los afectados.
La magnitud del desastre también trae consigo preguntas estructurales: ¿estaban preparados los municipios del sur de Brasil para un tornado de tal fuerza? Meteorólogos advierten que la infraestructura y los protocolos de alerta deben adaptarse a una nueva realidad climática.
Te puede interesar: Operativo policial en Río de Janeiro dejó 64 muertos y desató críticas internacionales
En las próximas semanas y meses el foco estará en la reconstrucción sostenida: reparación de viviendas, restauración de las líneas eléctricas, caminos transitables y la recuperación de la economía local, que depende de la agricultura y pequeñas industrias. La indemnización estatal y los recursos federales serán clave.