Un año después de la histórica caída del régimen de Bashar al-Assad, las calles de Siria se llenaron de banderas revolucionarias y cánticos de libertad.
Un año después de la histórica caída del régimen de Bashar al-Assad, las calles de Siria se llenaron de banderas revolucionarias y cánticos de libertad.

Las calles de Damasco y otras ciudades sirias estallaron en celebración este domingo, con multitudes ondeando la bandera de la revolución de 2011, lanzando fuegos artificiales y coreando consignas de libertad para marcar el primer año desde la caída del régimen de Bashar al-Assad.
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En la plaza de los Omeyas, epicentro de las celebraciones en la capital, el ambiente era de una euforia apenas contenida. «Alza tu cabeza, eres un sirio libre», coreaban los asistentes, muchos de los cuales vestían camisetas con el lema «Un año sin el tirano«.
Los festejos representan un punto de inflexión histórico para una nación devastada por casi una década y media de conflicto. Sin embargo, se desarrollan en un contexto de enormes desafíos, donde la unidad lograda para derrocar al dictador ahora se pone a prueba en la compleja tarea de reconstruir el estado.
En ciudades como Deraa, donde comenzó la revolución en 2011, y en Alepo, ampliamente destruida por la guerra, se organizaron concentraciones masivas. Los manifestantes expresaron alivio por el fin de un régimen asociado con la represión, las desapariciones forzadas y los bombardeos contra civiles.
Testigos en Damasco describieron una sensación de «irrealidad» al ver ondear la bandera verde, blanca y negra de la oposición en lugares que fueron bastiones del poder de Assad. Muchos celebraron la desaparición de las omnipresentes imágenes del dictador y de su familia.
El camino hacia la caída de Assad fue abrupto. Un levantamiento militar interno, combinado con una presión internacional decisiva a finales de 2024, llevó al colapso rápido de una estructura de poder que parecía inquebrantable apenas unos meses antes.
Pese a la alegría, muchos sirios en las celebraciones recordaron a los cientos de miles de muertos, desaparecidos y desplazados que dejó el conflicto. Hubo momentos de silencio en honor a las víctimas, subrayando que la celebración va unida a un profundo duelo colectivo.
La comunidad internacional observa con cautela. Los líderes occidentales emitieron mensajes de apoyo a la «nueva Siria», pero enfatizaron la necesidad de un proceso de transición inclusivo y de rendición de cuentas por los crímenes de guerra cometidos por todos los bandos.
Una de las tareas más urgentes para el gobierno de transición es la reconciliación nacional y el desarme de las múltiples milicias. Además, debe abordar una crisis económica devastadora, con infraestructura destruida y una gran parte de la población aún en el exilio.
En las áreas que fueron bastiones leales a Assad, el ambiente es de apatía y preocupación. Algunos expresaron temor a represalias, mientras otros se mostraron escépticos sobre la capacidad de las nuevas autoridades para gobernar y mantener la estabilidad.
Los analistas advierten que, aunque se ha derribado el régimen autoritario, las estructuras profundas del estado y los odios sectarios alimentados durante la guerra representan obstáculos formidables. La verdadera «batalla por la paz» acaba de comenzar.
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El aniversario, en definitiva, es un recordatorio de la resiliencia del pueblo sirio y de un logro que muchos creían imposible. Sin embargo, el futuro sigue siendo incierto, y la esperanza generada por las celebraciones choca con la abrumadora magnitud de los retos por venir.