Colombia es una sociedad que se deleita en cierto punitivismo selectivo. La llegada de Néstor Osuna al ministerio de justicia, abre la puerta a una nueva forma de justicia.
Colombia es una sociedad que se deleita en cierto punitivismo selectivo. La llegada de Néstor Osuna al ministerio de justicia, abre la puerta a una nueva forma de justicia.
Colombia es una sociedad que se deleita en cierto punitivismo selectivo. La llegada de Néstor Osuna al ministerio de justicia, abre la puerta a una nueva forma de justicia.
Colombia como buena sociedad occidental mediada por valores de religiones abrahámicas encuentra en el castigo la “medicina” que supuestamente corrige las malas conductas de los individuos de su sociedad.
Con miles de acciones que más allá de contravenciones se han hecho delitos, no es de extrañar que las cárceles estén en niveles alarmantes de hacinamiento.
Personas que cometen delitos menores y que no cuentan con un apoyo legal, terminan compartiendo celda con personas que les terminan involucrando en un mundo peor de ilegalidad. Las cárceles colombianas no funcionan como lugares de resocialización, sino por el contrario son espacios que ayudan a culminar la “formación” delictiva de los sujetos.
El nuevo ministro de justicia ha propuesto implementar una justicia restaurativa. Es algo que en muchos países se ha instaurado, Y que incluso ha existido en Colombia de manera informal.
A pesar de esto, no logra calar en una sociedad que privilegia el castigo. Castigo, que irónicamente depende del nivel socioeconómico de quien comete el delito.
En los ejemplos que propone Osuna, se indica que se puede reestablecer el bien robado y un valor adicional para resarcir el daño. Esto se podría resolver de manera conciliada y evitaría el hacinamiento e incluso la destrucción del individuo en una cárcel.
También habla de implementar acciones de trabajo comunitario para el caso de delitos menores. La persona podría reponer con dichas horas el valor de lo robado por ejemplo.
Dentro de su propuesta también se incluyen figuras como la capacitación para oficios y artes dentro de los penales. Muy similar a los programas que ha venido desarrollando Johana Bahamón con su fundación. Adicionalmente la posibilidad de trabajar de manera normal, pero con la condición de ir a pernoctar en la cárcel.
La idea es reducir la cantidad de personas que entran anualmente a las cárceles, así como quizás ofrecer una nueva forma de resocializar a muchas de las personas hoy privadas de la libertad. O en algunos casos evitar la destrucción y perdida de un ser humano producto de la forma como actualmente están concebidas las cárceles.
De las cosas que también propone Osuna, está la de empezar a hablar de despenalización del consumo de drogas psicoactivas. Si su anterior propuesta es controversial, esta es lo es aún más.
La despenalización siempre ha sido un tema tabú en Colombia. Aunque se ha logrado la despenalización de una dosis mínima. Se sostienen medidas que llevan tras las celdas a muchos consumidores recreativos que generen problemáticas menores que las generadas por el consumo de alcohol.
La medida ha tenido un efecto positivo en varios estados de Estados Unidos y en Uruguay. Ya que tiene un impacto directo sobre el microtráfico, y abre la puerta a nuevos emprendimientos.
Las medidas propuestas por Osuna existen en muchos lugares del mundo. A pesar de esto, no caen bien en gran porcentaje de la sociedad colombiana. Debido en especial a un hipócrita arraigo a ciertas costumbres.
Ese arraigo hipócrita hace que solo cierto sector de la sociedad pague cárcel por delitos menores. O que el consumo de drogas esté soterradamente permitido para ciertos niveles de la sociedad o círculos en particular.
Al final llenar de personas las cárceles no ha resuelto los problemas de criminalidad del país. Ya que muchas bandas y organizaciones se han ido conformando con delincuentes menores que entran a los penales.
Adicionalmente al no conseguirse la resocialización del individuo, este optará por continuar con su carrera delictiva.
Esperemos que se venga una reforma a la justicia, que ya hace rato se requiere. La cuestión está en si el legislativo será capaz de entender las necesidades de una sociedad que pide a gritos abandonar ese carácter medieval tan arraigado.