La explotación laboral vuelve a estar en los ojos del mundo. El mundial de Catar atrajo de nuevo los reflectores hacia una práctica que sostiene fortunas y hace crecer “ideas novedosas”. Nuestro país no es ajeno a estas funestas prácticas y basta con asomarse a la ventana para verla de la mano de la aplicación más usada a nivel de entregas a domicilio.
La explotación laboral vuelve a estar en los ojos del mundo. El mundial de Catar atrajo de nuevo los reflectores hacia una práctica que sostiene fortunas y hace crecer “ideas novedosas”. Nuestro país no es ajeno a estas funestas prácticas y basta con asomarse a la ventana para verla de la mano de la aplicación más usada a nivel de entregas a domicilio.
El unicornio colombiano
Unicornio es el término acuñado para hablar de una empresa emergente avaluada en más de 1.000 millones de dólares. Con el crecimiento de las plataformas tecnológicas, han aparecido distintos unicornios ligados a la tecnología y la prestación de servicios. Ejemplos de ello, son Uber o Airbnb.
Rappi fundada en 2015, rápidamente captó los ojos de inversionistas extranjeros que inyectaron capital a lo que parecía un inofensivo emprendimiento que simplemente conectaba a los usuarios con un grupo de personas que se encargaban de entregar bebidas y alimentos en sus bicicletas o motos.
En 2018, logró la valoración de 2.000 millones de dólares que la convirtió en el primer “unicornio” colombiano. Hasta ahí todo parecía otra historia donde la creatividad de las mentes colombianas había no solo logrado hacer ricos a sus fundadores sino de paso generar miles de empleos. Teniendo en cuenta la construcción latinoamericana acerca del empleo, este último hecho no solo hacía de Rappi una idea genial sino de paso la solución (como se venden ellos mismos también) que básicamente había sacado de la pobreza a miles de familias.
Un terreno fértil
Colombia no es país donde conseguir empleo formal sea fácil. Esto ha hecho que la informalidad campe a sus anchas. Adicionalmente conseguir un empleo en condiciones dignas no suele ser el común denominador.
Si a este panorama laboral desalentador le agregamos una masiva inmigración desde Venezuela, tenemos el lugar perfecto para conseguir mano de obra barata o casi regalada para lo que ofrece Rappi. Básicamente este fenómeno social se repitió en la mayoría de países donde la compañía tenía presencia. En la mayoría aprovechando la presencia de migrantes venezolanos, y en otros casos aprovechando la presencia también de migrantes colombianos como es el caso de Chile o Argentina.
Los inmigrantes son perfectos para “trabajar” con Rappi, ya que en muchos casos no tienen sus documentos en orden o por ser inmigrantes no pueden trabajar en el país al que migran. Entonces ya que no existe “relación laboral” entre Rappi y los “rappitenderos”, los inmigrantes pueden trabajar y Rappi lucrarse con esta mano de obra. Basándose en esta “ventaja estratégica”, la compañía ya acumula alrededor de 360.000 repartidores en los 9 países donde hace presencia.
Realmente es interesante como el concepto de economía compartida se fue pervirtiendo para terminar en modelos donde básicamente son las plataformas los que toman la mayor parte de las ganancias. Incluso con relaciones económicas más que leoninas.
Legislaciones flexibles, ofertas engañosas
La academia indica que aunque plataformas como Rappi lo nieguen existe una relación laboral. Incluso la ley lo ha determinado en el 79% de los casos según estudios de la Universidad de los Andes.
La posición “cómoda” que ha tomado Rappi llevó a que hayan aparecido sindicatos en Argentina (2018) y en Colombia (2020) para exigir un cambio en la forma descuidada en que la compañía ve a sus “aliados” temporales. En Argentina también se han llevado a cabo huelgas contra Rappi por las mismas razones.
Rappi en su defensa ha afirmado que “tan solo el 14% de los repartidores tendría un empleo formal si no existieran las plataformas digitales” o que refiriéndose a los rappitenderos: “El 44% estaría desempleado”, para lo cual citan un estadio de Fedesarrollo.
A lo largo y ancho de Latinoamérica donde el unicornio latinoamericano hace presencia, las quejas de los repartidores con respecto a los bloqueos de cuentas, a las penalidades que aplica la plataforma o a la inhumana forma de manejar los accidentes que tienen son innumerables.
Adicionalmente que cada repartidor coloca no solo su vehículo sino que tiene que pagar de su bolsillo los contenedores que usan para llevar los envíos. Y pues dependiendo del tamaño de los mismos pueden asumir ciertas entregas que son más rentables. Hasta las gorras y chaquetas se deben pagar del propio bolsillo del “aliado” aunque estas representen publicidad para la empresa.
¿Hay esperanza?
Actualmente hay una investigación del Ministerio del Trabajo acerca de denuncias que el propio sindicato de Rappi ha hecho contra la compañía. En especial con respecto al tema sanitario, tema sobre el cual en algún momento el propio Rappi se pronunció ofreciendo vacunar a los repartidores sobre un juicio desconocido pues ofrecían 2000 vacunas cuando su grupo de “aliados” supera ese número, además que eso implicaba asumir que si había relación laboral.
El gobierno se ha pronunciado sobre la necesidad de la formalización de las plataformas pero hasta ahora no se han tomado medidas efectivas que realmente cambien el panorama de los repartidores y en especial que meta en cintura al unicornio “malvado” que es Rappi.
A Rappi se le ha dado mucha pantalla con respecto a su modelo exitoso, pero poca a sus irregularidades laborales. Quizás no solo de criticar la explotación laboral en otros países, sino de darnos cuenta que a la vuelta de la esquina y con la anuencia de muchos colombianos, decenas de miles de personas son explotadas a diario de la mano de un modelo cruel e inhumano.
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